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JUGUETES EN LA NOCHE

 

 

“Yo sé que sí” le dijo el Pato, pero Carolita sabía que no era cierto. Ella le había preguntado una vez a su mamá y ella había dicho que las muñecas no podían moverse solas para hacerle algo a los niños en la noche  y las mamás no mentían, “Ah, pero ellas no saben, las mamás mienten, son tontas y no saben nada” y el Pato se fue corriendo hacia otra parte de la clínica, jugando con un avioncito.

 

“Pato” gritó la tía Carola, “quédate acá mientras vuelve tu papá”.  La tía Carola era siempre bien gritona.  Pato vino corriendo con el avión levantado en una mano y se cayó cerca de ella, aplastando el bolso de una señora que lo miró muy feo.  La tía Carola lo levantó, le sacudió la ropa y lo empujó a un asiento al lado suyo “Ya, te quedas ahí, te tienes que estar tranquilo, acá no se puede jugar.” Pato se acercó a Carolita y le dijo en secreto “Vas a ver esta noche, cuando los papás no estén, como todas las muñecas te van a perseguir” Carolita le dijo que eran puras mentiras, además, que los papás iban a volver a la casa con ellos y con el hermanito nuevo, así le había dicho la mamá. “No es cierto, cuando llegó el hermano chico del González la mamá estuvo como muchos días en la clínica y el González estaba solo con su hermana grande.”  Carolita le iba a contestar cuando el papá salió de una sala y empezó a hablar con la tía Carola, mientras le pasaba una llave.

 

Su papá se acercó a ellos y les dijo que tendría que quedarse con la mamá un rato muy largo, así es que ellos iban a irse con la tía Carola y volver después.  Carolita quería llorar, el papá la tomó en brazos y le dijo que la mamá debía estar tranquila mientras esperaba que llegara su hermanito chico, el Pato le tiró el avión en la cara al papá y la tía Carola empezó a retarlo, pero el papá también tomó al Pato y le hizo un cariño “La mamá va a estar bien y los quiere mucho a los dos”.  Carolita no entendía todo esto: la mamá le había dicho que un día el hermanito iba a querer salir de su guata, ella iba a ir a la clínica, se lo iban a sacar y se lo iban a llevar a la casa; ahora, resultaba que, en vez del hermanito, se iba a ir a la casa con la gritona de la tía Carola y el pesado del Pato.

 

Salió una doctora de la pieza y llamó a su papá, él les dio un beso a la carrera, le dio las gracias a la tía y entró casi corriendo.  Carolita se vio sola, sin poder defenderse, frente a la tía Carola, que tomó la cartera en una mano, a ella con la otra y le pegó un solo grito al Pato para que la siguiera.

 

La tía Carola hablaba por teléfono mientras iban hacia el auto, los metió a los dos atrás, les puso un cinturón que a Carolita le quedaba en la mitad de la cara, subió a su asiento y puso una radio por la que salía la voz de una persona con la que la tía seguía hablando mientras empezaba a ir por la calle.  “….pero, a qué hora?” dijo la radio  “No sé, te dije que es una emergencia familiar.  Hagan la reunión sin mí, me llamas y pones el altavoz del teléfono, así podré participar. El tipo no está más que hoy en Santiago, así que no se te ocurra suspenderla.  Espero que me vuelvas a llamar”.

 

Carolita nunca había podido hablar con la tía Carola porque le tenía mucho miedo. Siempre estaba como apurada y enojada, siempre fumando y hablando por teléfono.  Ella una vez le preguntó a su papá por qué la tía Carola no tenía niños, como sus otras tías, y el papá le dijo que era porque trabajaba mucho y no tenía tiempo. Carolita se dio cuenta que, cuando fuera grande, iba a tener que elegir si trabajaba mucho, fumaba y hablaba enojada por teléfono o tenía niños.

 

La tía Carola  los miró por el espejo “Pato, ¿a qué hora entras al colegio, te dejan entrar si llegas atrasado?”  Pato puso cara de “no tengo idea” y se encogió de hombros “¿Y sabes dónde está tu colegio?” Misma cara y mismos hombros.  “Ya, nos quedamos en la casa, no más”.

 

En la casa, la tía empezó a preguntar muchas cosas mientras sacaba un computador de su bolso, le metía a un lado el cable del teléfono y encendía todo, incluso un cigarrillo. “¿Quieren algo de comer? ¿Ya tomaron desayuno? ¿Quieren ver los monitos un rato?.  Entonces, los miró y apagó el cigarro en un plato sucio que había en la mesa.  

 

Pato y ella se miraban sin saber qué decir, finalmente Pato fue hacia la tele, la encendió muy fuerte y puso unos monos japoneses que no le gustaban a Carolita, pero ella tenía mucho que pensar y no le importó, se sentó al lado de su hermano. La tía Carola vino y puso la tele más despacio “Tú eres el hermano mayor, tienes que portarte bien” y se fue al computador.  El Pato se acercó más a Carolita “Tonta, siempre le crees a la mamá y al papá y ellos no te quieren, vas a ver que ……”,  a ella se le llenaron los ojos de lágrimas y el Pato no le dijo nada más, se puso a mirar los monos.

 

Carolita empezó a pensar en lo que le había dicho el Pato del hermanito del González, ¿sería que su mamá no sabía que los bebés se llevaban a la mamá varios días? ¿O le había mentido? Entonces, a lo mejor lo de las muñecas que decía Pato era verdad.  Siempre le habían dado miedo las muñecas de su pieza en la noche, pero cuando su mamá le dijo que los juguetes no podían hacer nada porque eran de mentira, se quedó tranquila.  Ahora resultaba que la mamá parece que no sabía nada o había mentido en lo del hermanito, así que esta noche las muñecas sí podrían empezar a moverse. La que más la asustaba era una que le había traído la tía Carola, que tenía los ojos y la boca bien abiertos.  

 

Miró a la tía Carola, por si había una posibilidad de preguntarle  lo de las muñecas, pero estaba metida en el computador, otra vez con un cigarrillo en la boca y hablando por teléfono. Miró al Pato y estaba casi dormido mirando la tele.

 

Pensó que este hermanito bebé que venía no sólo se había llevado a la mamá a la clínica, también se había llevado al papá. Capaz que fuera verdad lo que dijo el Pato y en la noche tendría que estar sola con él, la tía Carola y las muñecas.  Le habían dicho que este hermanito era para ella, que lo tenía que cuidar y querer mucho, varias veces la mamá se había tendido en la cama y le había dicho que ella le cantara, porque así él la iba a escuchar adentro de la guata y, cuando llegara la iba a reconocer al tiro. Pero, ahora, no estaba muy segura de poder quererlo y  le dieron muchas ganas de llorar.  Pato abrió bien los ojos, la miró y la abrazó.  Así se quedaron los dos dormidos en el sillón, con los monos japoneses y la voz de la tía Carola hablando por teléfono, que se alejaba de sus cabezas.

 

“Ya nació, niños, ya nació el Ignacio” la tía Carola estaba frente a ellos muy emocionada.  El Pato parecía que estaba en otro planeta y no sabía de qué le hablaban, pero ella entendió al tiro que la mamá ya estaba lista para venirse.  “Ahora, vamos a almorzar algo y vamos a conocer al hermanito.  La mamá quedó muy bien”.  Otra vez sintió un llantito en el pecho, porque el bebé estaba con la mamá y ella no, cuando le habían dicho que iban a estar todos juntos.

 

La tía Carola les dio unos tallarines bien ricos, parece que de todas maneras sabía cuidar un poco a los niños, aunque trabajara mucho y hablara todo el tiempo por teléfono.  Después los hizo cambiarse de ropa y a ella le armó un peinado muy bonito, con trenzas y moños.  Cuando estaba en lo del peinado se atrevió a preguntarle el asunto de las muñecas en la noche.  La tía Carola se puso a reír, la abrazó y le dijo que los juguetes eran mágicos y jamás le harían daño a un niño.  “Tía Carola, yo no sé si cuando sea grande voy a tener bebés o voy a trabajar mucho como tú”.  La tía dejó de reírse y  la miro un momento muy seria “ Es maravilloso ser mamá. Vas a  tener hermosos bebés y a hacer todo lo que quieras.  Ahora nos vamos a la clínica”.

 

En el auto el Pato iba muy amurrado y cuando llegaron a la clínica lo primero que le dijo al papá era que le dolía mucho el estómago.  El papá lo tomó de la mano y lo llevó por el pasillo “Vamos a ver a la mamá, que los extraña mucho a los dos” “Mentira” dijo el Pato y el papá les explicó que la mamá los quería muchísimo y no le gustaba estar sin ellos, que eran sus hijos mayores. O sea que la mamá se iba a volver a la casa con ellos, Carolita se puso feliz, pero cuando entró a la pieza, vio a su mamá en cama, con un bulto como su muñeco al lado.  “Miren éste es su hermanito Ignacio”, Pato se quedó a los pies de la cama y no miró nada, menos mal porque Carolita encontró muy feo a su hermanito, casi como que se asustó. La tía Carola se acercó a la cama “Es precioso, Pato ven a ver a tu hermanito” ¿Acaso la tía Carola estaba ciega, no veía que era todo morado y arrugado?.  El Pato no se acercó y empezó a jugar con su avión.  La tía Carola se quedó mucho rato mirando al bebé y empezó a llorar, después se acercó a la mamá y le hizo un cariño, la mamá le tomó la mano y la tuvo un rato así “Es muy lindo” dijo la tía y se secó los ojos.

 

“Bueno -dijo el papá- ahora se tienen que ir a la casa con la tía Carola, porque la mamá tiene que descansar.”  O sea que era verdad, el hermanito se quedaba solo con el papá y la mamá.  El Pato se fue a la puerta “Patito, ven a darme un beso, te puedes acercar por este lado de la cama”, pero el Pato salió de la pieza.   El papá se acercó a Carola y la levantó un poco para que le diera un beso a la mamá y ella aprovechó de darle una nueva mirada al hermanito, en realidad era muy feo, no sabía por qué los papás querían quedarse con él. El Pato salió de la pieza y la tía Carola salió volando a la siga “No se preocupen, ya se le va a pasar. Chao, cuídense. Tienen mucha suerte, los felicito”.  

 

El papá los acompañó hasta la puerta de la clínica, pero el Pato no quiso darle un beso.  Ella sí, le dijo que lo quería mucho a él y a la mamá y trató de poner su cara más linda.

 

En el auto, el Pato estaba molestando con el avión, pero la tía Carola no lo siguió retando, claro que ya no estaba hablando por teléfono así que no estaba tan enojada.  Después de un rato, él se quedó tranquilo y la tía empezó a cantar “estaba la rana sentada cantando debajo del agua, cuando la rana salió a cantar, vino ..……….. el gato y la hizo callar.  Esto lo cantábamos con su mamá cuando éramos chicas, ¿lo saben?” , el Pato dijo muy enojado “La mosca, la mosca la hizo callar a la rana”, pero la tía Carola se puso a reír y siguió cantando hasta llegar a la casa.

 

Comieron un pan con queso, una leche y la tía los llevó a acostarse.  Estaba muy amorosa “Si me haces un huequito, me acuesto contigo” “¿Sabías que tu te llamas Carola por mí, tenemos el mismo nombre?”. Carolita encontró que la tía era, en realidad, muy simpática, linda y se podía hablar con ella.  “Tía, ¿por qué mis papás se quieren quedar con ese bebé tan feo?”.  La tía Carola le hizo un cariño “Los bebé siempre son muy lindos”.

 

Justo en ese momento entró el Pato, que se había ido a su pieza, con un saco de dormir y un chal y se acostó al lado de la cama, en el suelo, sin decir nada.

 

La tía apagó la luz “Mañana nos levantamos temprano” y Carolita se durmió bien abrazada a ella.   Al día siguiente, en la mañana, llegó el papá para llevarlos al colegio y el Pato dijo que no iba a ninguna parte porque estaba enfermo “¿Quieren ir a ver a la mamá?”, el Pato se encogió de hombros, pero ella dijo que sí.

 

El papá le dijo a la tía Carola que, si quería, se fuera no más a la oficina, que él se hacía cargo de los niños.  Carolita iba a decir que a ella le gustaba estar con la tía, pero la tía tomó su cartera, se despidió a la rápida, sacó su celular y salió de la pieza hablando muy enojada otra vez.

 

Cuando estaban estacionando el auto en la clínica, Carolita se atrevió a preguntar “Papá, la tía me dijo que se puede tener bebés y trabajar mucho.  Entonces, porqué ella no tiene uno? El papá la miró muy serio “¿Le preguntaste a ella?” “Sí, pero no alcanzó a decirme” “No le preguntes más. Una vez ella tuvo un bebé, pero estaba muy enfermo y se fue al cielo cuando nació.  Para la tía es muy doloroso hablar se eso.  Vamos a ver a la mamá”.

 

Adentro, como que no quiso mirar al bebé, que ahora estaba en un carrito.  El Pato sí miró al bebé un buen rato y, después, se acercó a darle un beso a la mamá.  “Carolita, cántale a tu hermanito” dijo la mamá.  Ella se atrevió a mirarlo, esperando que estuviera más lindo, pero era muy feo, pensó que nunca lo iba a poder querer,  se puso a llorar y le dijo a la mamá “No le voy a cantar ninguna cosa. Es tan feo ¿por qué lo van a querer más que a mí?”. La mamá pidió al papá que pusiera al bebé a su lado, y subiera a Carola a su cama

 

El papá subió a Carolita a la cama, al lado de la mamá “Mamá, ¿habrías estado muy triste si el bebé se hubiera muerto, como el de la tía Carola?” “Sí,  estaría muy triste, por eso hay que querer mucho a la tía y es mejor no preguntarle del bebé”.    La mamá miró al papá “Fue una decisión muy dura, ahora la admiro más por eso”.  La mamá le hizo una cariño al bebé a su lado “Son nueve meses llevando algo tan querido sabiendo que no lo podrás tener más que unos minutos.  Es terrible”.  Carolita tomó la mano de la mamá “La tía es bien amorosa y cariñosa, qué pena que su bebé estaba enfermito.  Anoche se acostó conmigo y me dijo que las muñecas son mágicas, pero no pueden hacerle nada a los niños”.

 

La mamá empezó a cantar muy suavecito.  Era la canción que ella le cantaba al bebé cuando estaba en la guata de la mamá y se decidió a seguir el canto “Dale un dedo” dijo la mamá, Carolita sintió la manito del bebé tomar su dedo, el corazón se le llenó de calor y tuvo que respirar muy hondo, llena de una alegría extraña.

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