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EL MIEDO AL SUSTO

 

 

Le daba mucho miedo ir. Estaba con el susto metido en el cuerpo mientras el profesor hablaba de la historia de Chile y de repente se dio cuenta que nombraba a un señor llamado Diego de Almagro, ”que divertido" pensó " ese señor se llama igual que mi calle", pero fue una distracción muy corta y volvieron a su cabeza las palabras del Astudillo “a mí me llevo mi mamá y duele mucho, mucho, mucho, hasta sale sangre".  Empezó a imaginarse algunas formas de no ir: decir que tenía fiebre, pero lo llevarían a la enfermería y se iban a dar cuenta de que era mentira; podría caerse por la escala al bajar, pero eso le daba igual de miedo. Estaba pensando qué hacer cuando sonó el timbre y la mamá apareció en la puerta de la sala, haciéndole señas que se apurara así es que tuvo que salir.

 

"Vamos rápido porque ahí no es fácil estacionarse. Ponte el cinturón" la mamá lo miró por el espejo y debe haber visto su cara de pánico "No va a pasar nada, no te va a doler.   El doctor Sánchez es amigo mío y es muy simpático”. Rodrigo no sabía si creerle a su mamá o al Astudillo.  "Oye" ella siguió hablando " tu papá quiere llevarte al fútbol el sábado, así es que te va a venir a buscar y vas a pasar el fin de semana con él".  

 

La mamá hizo andar el auto, fue un viaje que le pareció demasiado corto y llegaron.  Casi inmediatamente estaban en el ascensor; sentados en la sala de espera; saludando a un doctor de delantal blanco que lo sentó en una silla que se fue para atrás y le pidió que abriera la boca. "Voy a mirar, no más, para ver cuál es el problema, voy solamente a ponerte este espejo adentró de la boca "¿te duele algún diente?" Dijo que no con la cabeza, mientras abría la boca y sentía los dedos del doctor ¿cuántos años tienes? ¿Vas al colegio?" Quiso contestar, pero salió un sonido muy raro "ziede, al codegio Zan Gabiel" "Yo también estudie en el San Gabriel.......siete años, debes estar en segundo ¿qué te están enseñando?"  A Rodrigo le corría un hilo por los labios hasta un babero que le había puesto una enfermera, se sintió muy ridículo hablando como bebé y con babero, así es que no respondió.  

 

El doctor sacó el espejo de su boca "listo, jovencito -miró a la mamá- no hay nada grave, tengo que curar unas caries muy chicas y hacer una limpieza.  Eso está listo en dos sesiones. Si quieres sellarle la dentadura es un poco más demoroso, pero, tal como te expliqué es muy conveniente”.  Ella dijo “¿Y el precio? porque tengo que hablarlo con el papá cuando vaya el sábado”.  El doctor se acercó a la mamá y se despidió “No te preocupes de eso”- le dio un beso en la mejilla- “Después lo hablamos”.  A Rodrigo todo le pareció muy bien, nada de terrible como había dicho el Astudillo. Además, el doctor lo felicitó porque se había portado muy bien y le regaló un espejito como el que le había metido en la boca "no te olvides de lavarte los dientes después de cada comida".   Los acompañó hasta la puerta, le hizo un cariño en la cabeza y se despidió otra vez de la mamá con un beso.

 

Se fue muy contentó, sobre todo porque, pasado el miedo, recordó que el papá iría el sábado a buscarlo y, a lo mejor, se ponía en la buena con la mamá y volvía a vivir con ellos. Una vez él había peleado mucho con el Astudillo, hasta se habían pegado, después se habían puesto en la buena y ahora estaban de lo más amigos otra vez, aunque tenía que decirle que era un exagerado porque la visita al dentista no dolía nada. Podía ser que el papá y la mamá conversaran, por fin, y se dieran cuenta que se querían mucho.

 

El papá se había ido de la casa cuando él recién había entrado al colegio. Esa vez le dijo a la mamá que lo extrañaba mucho en las noches y que quería que volviera, ella contestó que eso era imposible, pero que igualmente los dos lo querían mucho a él y nunca lo iban a dejar. Como él insistió en que ellos también tenían que quererse, ella se enojó un poco y, entonces, él no habló nunca más del tema. 

 

Al día siguiente, le dijo al Astudillo que era un mentiroso porque el dentista no dolía nada y, además, le habían dado un regalo, así es que ahora no le daba miedo aunque tenían que taparle unos dientes. “¡Ah- dijo el Astudillo- es que eso es lo que duele!, te van a pasar una máquina que mete mucho ruido, poner inyecciones y todo, ya vas a ver”.  Otra vez el susto se empezó a meter en su cabeza, pero tenía la clase de educación física que le gustaba mucho y se le olvidó.

 

El papá vino el sábado a buscarlo, pero no quiso entrar y lo esperó en el auto.  Fueron al fútbol, comieron comida china y estaban tan contentos, que se atrevió a preguntarle cuándo iba a volver a la casa.  “Tú sabes que puedes llamarme cuando quieras y venir a estar conmigo cada vez que tengas ganas.  Yo te quiero mucho y también quiero a tu mamá, pero cuando estamos juntos peleamos todo el tiempo, por ahora, no puedo volver”  Rodrigo le contó que él también peleaba con sus amigos, pero después jugaban juntos y lo pasaban bien.  El papá le hizo un cariño en la cabeza “Anda a dormir, ya vamos a ver”. 

 

Al día siguiente, fueron al cine, compraron cabritas y bebida y volvió a casa muerto de sueño.  La mamá lo recibió con un beso “Lávate los dientes y acuéstate- miró al papá- lo llevé al dentista, empieza el tratamiento completo el martes”. Otra vez llegó el miedo, ¡el tratamiento completo! eso debería ser hasta con  inyecciones y sangre, como había dicho el Astudillo.  Cuando subía la escala escuchó que su papá decía “¿Cuánto hay que pagar?” “No, no hay costo” contestó la mamá “¿Y por qué, se lo va a hacer tu amigo?”, como la voz del papá era parecida a la de las peleas, prefirió ir a su pieza y empezar a arreglar las cosas del colegio.  Escuchó cerrarse la puerta de calle y miró por la ventana para ver a su papá subirse al auto y partir rápidamente.

 

El lunes estuvo muy distraído en las clases, incluso en la de matemáticas, que le gustaba mucho, porque el profesor ponía unos problemas bien divertidos, en que tenían que comprar y vender cosas.  Llegó el temido día del dentista y el miedo lo tenía muy mal. Cuando su mamá lo pasó a buscar se dio cuenta y le hizo un cariño antes de subirlo al auto “No te asustes, ya viste que el doctor es muy bueno, no te va a doler nada”.  

 

En realidad, echado para atrás en la silla, el doctor le puso una pastita roja en la boca y la inyección no le dolió ni un poco. Cuando terminó con sus dientes, le pasó unas revistas de autos y unas tijeras para recortar, se puso a conversar con la mamá y los dos se reían mucho. Entró la enfermera y dijo que la paciente que seguía ya estaba en la sala de espera.  El doctor le regaló las revistas, se despidió de la mamá con un beso y salieron, mientras una niñita entraba llorando de la mano de su mamá. Él hubiera querido decirle que no dolía nada y el doctor era muy simpático, pero la niña estaba muy escondida entre las piernas de la señora.

 

En el auto, la mamá se puso a cantar muy feliz. Estos últimos días la mamá cantaba igual que antes y a Rodrigo le pareció muy bueno, a lo mejor ya no iba a estar más enojada y el papá podría volver a vivir con ellos.  

 

Pasaron unos días y la mamá dijo que tenía que ir otra vez a lo de los dientes, pero ahora a Rodrigo el doctor le caía muy bien y no le daba miedo.  Lo malo fue que esta vez le pasaron una máquina rara y sí le dolió un poco, hasta le cayó un hilito rojo al babero.  Como se quejó, el doctor dijo “Ya pasó, esto es cortito y los dientes van a quedar muy limpios, listos para sellarlos.  Bájate, no más -miró a la mamá- Nos vemos el sábado”.  Iba a alegar que el sábado él iba a salir con su papá, pero la mamá se acercó al doctor, se despidió, tomó a Rodrigo de la mano y salieron.

 

En el auto, Rodrigo le dijo a la mamá que el sábado era el día que el papá lo pasaba a buscar y no pensaba venir al dentista. “No, ya no vienes hasta la próxima semana, el doctor no trabaja los sábados”  O sea que el doctor se había equivocado, igual no sabía si le iba a doler de nuevo y eso no le gustó nada. “¿Cómo te cae el doctor?” la mamá lo miraba por el espejo y Rodrigo se dio cuenta que estaba muy bonita, como que tenía un peinado nuevo y se había puesto un perfume rico. 

 

Siguieron los días, las semanas y los meses. Rodrigo se dio cuenta que los papás ya no peleaban tanto cuando se encontraban, pero casi no se hablaban.  Lo único que él esperaba era que se dieran cuenta de lo mucho que se querían y volvieran a estar juntos, pero no se atrevió a preguntarles nada a ninguno de los dos.

 

El tratamiento de los dientes se había terminado sin más dolores, la última vez, el doctor le había regalado varias cosas para jugar al dentista y ya no habían vuelto más a verlo.  Llegó el verano y las vacaciones, entonces, el papá lo invitó a irse de campamento unos días con él.  A Rodrigo le gustaba mucho ir a la playa en carpa, pero esta vez irían sin la mamá y eso le dio un poco de pena.  De todas maneras, lo pasaron excelente los dos y Rodrigo volvió a la casa muy tostado y feliz.  La mamá lo recibió en la puerta, le dio un abrazo más apretado de lo que le daba siempre y le dijo al papá “Entra un momento, necesito hablar contigo. Rodrigo anda a sacar las ropas de la mochila mientras el papá y yo conversamos”.  Rodrigo subió feliz, seguramente durante las largas vacaciones, la mamá se dio cuenta que ella también extrañaba mucho al papá y ahora le iba a pedir que volviera a la casa.  

 

El olor dentro de la mochila no era nada bueno porque la ropa estaba muy sucia, además, había metido una lindas conchitas que le traía de regalo a la mamá y se fue al baño a lavarlas para que estuvieran bonitas y limpias.  Al pasar por el pasillo escuchó la voz de su papá hablando muy despacio, no entendió lo que decía, pero, por algún motivo, le dio como pena, sobre todo, cuando miró por la ventana del baño, vio que su papá salía de la casa y se iba sin despedirse de él.  Eso era raro, le papá nunca se iba sin darle un beso.

 

Bajó y vio que la mamá estaba haciendo la comida y salía un olor muy rico.  “¿Qué pasó con el papá? -dijo Rodrigo- “no se despidió de mí”.  La mamá llevó un plato a la mesa “Siéntate y comamos, el papá va a volver a buscarte el sábado igual que siempre”. Al principio la mamá estaba callada, como preocupada, pero, después de un rato, se puso más contenta, hasta empezó a cantar mientras preparaba el postre.  Mientras lo comían le preguntó “¿Cómo te cae el doctor Sánchez? El viernes en la noche va a venir a comer con nosotros”.  Rodrigo se asustó. ¿Pasaría algo con sus dientes? A lo mejor por eso la mamá estaba preocupada. Se pasó la lengua,  y empezó a pensar cómo sería no tenerlos en la boca ¿cómo podría comer? ¿podría hablar?. “¿Y el papá va a venir? para que también sepa lo que pasa con mis dientes”  La mamá se puso a reír “El doctor va a venir porque es amigo mío, no tiene nada que ver con tus dientes”.  “¿Y el papá?” insistió Rodrigo. “Te digo que él va a volver el sábado a buscarte”. 

 

Rodrigo pensó en todo lo que había pasado y, al ir a acostarse, se atrevió a hablar nuevamente con la mamá respecto a la vuelta del papá.  Esta vez ella no se enojó, sino que se sentó en el borde de la cama “El papá no va a volver a vivir con nosotros, tienes que acostumbrarte. Puedes estar con él cada vez que quieras, pero no acá en la casa”. “¿Y por qué no? - dijo Rodrigo - Es mi papá y yo quiero estar con él y contigo”. La mamá le hizo un cariño, dijo que no podía ser, apagó la luz y al salir de la pieza le recordó que el viernes venía a comer el doctor Sánchez.  Rodrigo sintió que lo odiaba aunque no le había hecho doler tanto como había dicho el Astudillo. “¡El doctor Sánchez es un pesado!” gritó.  La mamá volvió a entrar y lo abrazó “Tú sabes que el papá y yo te queremos mucho.  ¿Quieres que duerma contigo esta noche?”. Rodrigo se acurrucó entre los brazos mientras sentía que el sueño entraba en sus ojos y un  calorcito reemplazaba la penita tenía en el pecho.

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